Cómo hacerle preguntas al TAROT: el arte de mirar hacia adentro
El tarot es una herramienta poderosa. No poderosa por su capacidad mágica para predecir el futuro como si fuera una bola de cristal, sino porque nos permite mirar hacia adentro, iluminar lo que no vemos, y encontrar nuevas formas de alinearnos con la vida que queremos vivir. Es un espejo del alma, un lenguaje simbólico que conversa con el inconsciente, con lo que sentimos pero no sabemos nombrar, con lo que deseamos pero aún no comprendemos. Y para que esa conversación sea significativa, es fundamental saber cómo preguntar.
Aquí es donde muchas personas se frustran o se quedan en la superficie. Porque sí, es muy común que en una sesión de tarot las preguntas giren alrededor de temas urgentes del corazón o del trabajo. ¿Me quiere? ¿Va a volver? ¿Me va a llamar? ¿Tiene otra persona? ¿Me van a dar el empleo? Y no está mal. Todos pasamos por momentos en los que esas preguntas nos queman por dentro. Queremos saber. Queremos tener certeza. Queremos evitar el dolor, o anticipar la alegría. Y el tarot puede ofrecer algo de claridad en esas situaciones, claro que sí.
Pero si solo usamos el tarot para buscar respuestas rápidas a preguntas cerradas de sí o no, estamos limitando profundamente su alcance. El tarot es mucho más que eso. Es, ante todo, una herramienta de autoconocimiento y transformación personal. Su mayor regalo no es decirte lo que va a pasar, sino mostrarte por qué te importa tanto que pase, qué emociones y patrones se activan en ti, qué necesitas trabajar, qué estás proyectando, y qué puedes hacer para abrir un nuevo camino.
Por eso, la forma en que se hacen las preguntas es clave. Cuando preguntamos desde el miedo o la desesperación, buscamos garantías externas. Pero cuando preguntamos desde el deseo genuino de conocernos y crecer, el tarot responde con profundidad, con sabiduría, con dirección. Y ahí es donde ocurre la verdadera magia.
En lugar de “¿Me quiere?”, podrías preguntar:
¿Qué me está enseñando esta relación sobre mi forma de amar?
¿Qué necesito trabajar en mí para atraer relaciones más sanas?
¿Qué patrones inconscientes están afectando mis vínculos afectivos?
En lugar de “¿Me van a dar ese trabajo?”, prueba con:
¿Qué energía estoy proyectando en mi entorno profesional?
¿Qué puedo hacer para estar más alineado con mi propósito laboral?
¿Qué me impide sentirme valioso en el ámbito profesional?
Este tipo de preguntas no solo son más ricas, sino que también te devuelven el poder. Ya no estás esperando que el tarot te diga lo que va a pasar, como si fueras una hoja en el viento. Estás tomando responsabilidad. Estás diciendo: “Quiero ver lo que no veo. Quiero entender. Quiero crecer”. Y cuando haces eso, el tarot se convierte en un aliado increíble.
Las mejores preguntas al tarot no son las que buscan certezas externas, sino las que invitan a una búsqueda interior. Preguntas que te abren, no que te cierran. Que te muestran posibilidades, no que te encierran en un solo camino. Y que te conectan con lo que está vivo en ti ahora, más allá de lo que el otro hace o deja de hacer, más allá de lo que el futuro puede traer.
El tarot puede ser útil para la adivinación, claro. Tiene una dimensión oracular que puede ayudarnos a intuir tendencias, posibilidades y escenarios probables. Pero si solo lo usamos desde ahí, nos perdemos de su verdadero potencial: ser una puerta al inconsciente, una brújula simbólica que nos orienta en el viaje hacia nosotros mismos.
Mucho de lo que nos bloquea en la vida no está afuera, sino adentro. Creencias limitantes, heridas antiguas, formas de relacionarnos aprendidas en la infancia, miedos que no reconocemos, inseguridades que sabotean nuestras decisiones. Y todo eso —que rara vez vemos con claridad desde la mente racional— aparece reflejado en una tirada de tarot, si sabemos mirar.
Por eso, cuando formules una pregunta, intenta que sea abierta, reflexiva, y centrada en ti. Aquí algunos ejemplos para inspirarte:
¿Qué necesito aprender de esta situación?
¿Qué energía estoy atrayendo en mis relaciones y por qué?
¿Qué parte de mí necesita más atención y cuidado ahora?
¿Qué me impide avanzar hacia lo que deseo?
¿Qué puedo hacer para mejorar mi relación con el dinero, el amor, mi cuerpo, mi espiritualidad?
¿Qué parte de mí está pidiendo ser escuchada?
¿Qué patrones estoy repitiendo sin darme cuenta?
¿Cuál es el siguiente paso que puedo dar hacia mi propósito?
Hacer estas preguntas es un acto de valentía. Significa que estás dispuesto o dispuesta a dejar de vivir en piloto automático. Que ya no te basta con saber si algo “va a pasar”, sino que quieres comprender por qué está pasando lo que está pasando y qué puedes hacer tú con eso.
A veces, el tarot te va a mostrar algo que ya sabías, pero que necesitabas ver desde otro ángulo. Otras veces, te va a confrontar con verdades que evitabas mirar. Y muchas veces, te va a abrir puertas que ni siquiera sabías que existían. Eso es lo hermoso de trabajar con símbolos: no te dan respuestas lineales, sino que despiertan tu sabiduría interior.
Recuerda que el tarot no te juzga, no te castiga, no te dice lo que tienes que hacer. Solo te muestra un mapa. El camino lo eliges tú. Pero cuanto más honesta sea tu pregunta, más precisa será la guía. Cuanto más abierta estés a ver más allá de lo evidente, más rica será la experiencia.
Así que la próxima vez que te sientes frente a las cartas, respira. Cierra los ojos. Conecta con lo que realmente quieres saber. No con lo que la mente dice, sino con lo que el corazón pregunta en silencio. Y formula tu pregunta como quien siembra una semilla: con presencia, con intención, con respeto. Porque lo que el tarot te va a devolver no es solo una respuesta. Es un reflejo de tu alma en ese momento.
Y ese reflejo, si lo sabes mirar, puede cambiar tu vida.